Aunque no lo creas, un buen epílogo puede determinar el éxito no solo de tu libro, sino también de tu vida como escritor. A pesar de ello, muchos autores no aprovechan los muchos beneficios que añadir una sección final para cerrar la historia, reflexionar sobre el argumento, fidelizar al lector o dejar la puerta abierta a una segunda parte.
Para que sea así como escritor hay que tener muy claros los diferentes tipos de epílogos y cómo cada uno cumple una función. A nivel general, el objetivo siempre es que esta última parte del libro, que es un añadido tras el capítulo final, conecte definitivamente con el lector y haga que la historia permanezca en su memoria. No obstante, puede haber objetivos secundarios (como cerrar definitivamente la trama o crear suspenso e interés por una continuación).
Por lo tanto, según cuál se la intención, conviene usar un tipo de epílogo u otro. Para que no queden dudas sobre cuál es el más adecuado y cómo escribirlo adecuadamente, compartimos en este artículo algunos consejos y ejemplos de epílogos exitosos.
Los diferentes tipos de epílogos y cómo utilizarlos en tus libros
No existe un único tipo de epílogo, pues según su función y lo que queramos transmitir en esta sección final nos llevará a escribirlo y enfocarlo de una manera u otra. Normalmente se dividen en tres tipos: descriptivos, reflexivos o de resolución.
Qué es un epílogo y cuál es su función general
Antes de definir en detalle cada tipo, conviene repasar qué son los epílogos y sus características generales:
- Se añaden como colofón a la obra, justo después del capítulo final. Por lo tanto, es directamente contrario a un prólogo.
- Aportan una conclusión adicional, pudiendo ser esta una reflexión, un resumen de lo ocurrido y sus enseñanzas, una descripción del estado de los personajes tras el desenlace, una nueva perspectiva sobre la trama y su final, etc.
- Lo suele escribir el propio autor, aunque en casos concretos (como una obra póstuma), puede ser la editorial la que lo incluya para explicar alguna cuestión.
- No tiene una extensión mínima o máxima, puede ocupar lo mismo que un capítulo o apenas dos párrafos.
- Existen diferentes tipos de epílogos.
Introducción a los diferentes tipos de epílogos
Ya hemos repasado qué es un epílogo, por lo que ahora es momento de introducirnos en los tres tipos más comunes:
- Descriptivo: su objetivo es dar una explicación extra sobre el desenlace o sobre cómo este ha afectado a los personajes.
- Reflexivo: ofrece al lector una reflexión o conclusión final sobre la trama o tramas más importantes de la obra.
- De resolución: de modo parecido al reflexivo, aporta una conclusión final pero centrándose en resolver preguntas sin respuesta.
Cómo utilizar el epílogo descriptivo para reforzar la trama y el tema del libro
En ocasiones el final de un libro aunque cerrado podría ampliarse. El autor tiene la oportunidad de hacerlo en un epílogo descriptivo, cuya función principal por tanto es reforzar el desenlace con más datos. Un ejemplo de este tipo de epílogo es el de El cuento de la criada de Margaret Atwood, en el que se narra cómo varios historiadores debaten lo ocurrido en Gilead cien años después.
En este caso se describe cuál es la situación de los personajes unos años después del final, algo muy recomendable si al escribir un thriller psicológico y resolver el misterio, el autor quiere mostrarle al lector cómo este ha cambiado al protagonista, cómo superó el trauma o las consecuencias de lo ocurrido.
No obstante, también se puede utilizar el epílogo para reforzar el tema, destacar su relevancia y crear expectativas de una secuela.
Por otro lado, si el libro está basado en hechos reales, el autor puede escribir un epílogo en primera persona aclarando cómo ha construido la ficción, cuál es el contexto de los acontecimientos o hasta qué punto se ha inspirado en ellos.
Cómo utilizar el epílogo reflexivo para cerrar el arco de la historia y proporcionar una conclusión satisfactoria
Un buen libro siempre deja uno o varios aprendizajes. A través del epílogo reflexivo, el autor puede recoger y resumir todas esas enseñanzas, presentándoselas todas juntas al lector para que siga reflexionando sobre ellas y sobre el final del libro.
De alguna manera, el lector con el epílogo logra concluir la obra. Esto ocurre no porque el final de esta sea abierto, sino porque descubre qué es lo que debe llevarse de la lectura. Además, proporciona al autor un espacio para entablar una conversación con el lector y expresar sus ideas con su propia voz y no con la narrativa.
Un ejemplo de epílogo reflexivo es el que George Orwell escribió en 1984. En él el escritor y periodista valora cómo lo narrado afecta a la realidad del lector y, por tanto, qué reflexión debería iniciar cuando cierre el libro. Consigue así dar un toque de realismo a una novela que parece más de ciencia ficción, haciendo que el lector se cuestione si podría ocurrir de verdad.
«El escritor escribe su libro para explicarse a sí mismo lo que no se puede explicar»
Gabriel García Márquez
Cómo utilizar el epílogo de resolución para responder preguntas no resueltas y proporcionar una conclusión satisfactoria
¿Alguna vez has leído un final abierto? Seguro que muchas, y en esas ocasiones lo más probable es que tras el último capítulo el escritor hubiese añadido un epílogo de resolución.
Como se intuye por su nombre, este tipo de epílogo contesta preguntas que habían quedado sin respuesta. Por ejemplo, una novela policiaca en la que se detiene al culpable pero no queda claro cómo cometió exactamente el crimen. El epílogo puede resolver esa cuestión y dejar al lector satisfecho con la explicación.
Lo normal es que aquello que resuelve no sea la trama principal, pues eso debería formar parte de la novela en sí. En cambio, lo que hay que aclarar son subtramas o cuestiones cuya solución aporte algo a los lectores y les haga comprender mejor a los personajes y el argumento.
Cómo utilizar el epílogo para generar interés en futuras obras y establecer una relación con el lector
El epílogo, si decides añadirlo al final de tu libro, es lo último que alguien leerá. Por lo tanto, es una oportunidad para colocar esa guinda en el pastel y establecer una relación con el lector. Esa conexión no solo debe ser con la trama, sino también con el autor y con las futuras obras que pueda escribir.
Normalmente recordamos lo que leemos según cuánto nos impresione o nos marque el final. Ese buen recuerdo hace que compremos el nuevo libro del escritor en cuestión. Para que así sea, es fundamental saber escribir un buen epílogo que genere ese interés.
Consejos prácticos para utilizar diferentes tipos de epílogos de manera efectiva en tus libros
Escribir el epílogo perfecto no siempre es fácil y tampoco hay una ciencia exacta que determine cómo hacerlo.
Si se hace correctamente puede cumplir su función, responder preguntas, conectar con el lector, despertar su interés… Sin embargo, cuando no se hace así se corre el riesgo de aburrir al lector o dejarle con más dudas, lo que le hará sentir que el libro está inacabado.
Para que esto no ocurra y el epílogo cree emoción, suspenso y una buena (y duradera) impresión, se pueden seguir estos consejos:
- Responde a las preguntas, pero no a todas. Dejando alguna cuestión respondida parcialmente, el lector tendrá que reflexionar o hacer su propia interpretación. Esto le hará por un lado conectar con el libro y por otro interesarse por futuras obras en las que descubrir la respuesta completa.
- No compliques la trama: dejarla abierta no quiere decir que debas introducir nuevos personajes en el epílogo o utilizar un vocabulario muy complejo que cofunda al lector. El epílogo, igual que el prólogo, debe ser una extensión de la historia principal. Por ejemplo, no tiene sentido que en una novela escrita en tono serio el epílogo de repente entre de lleno en el género de la comedia.
- Deja la puerta abierta a una siguiente entrega. Si estás pensando en crear una serie y continuar la trama en otro libro, déjalo claro. Puedes hacer una especie de «vista previa» de lo que está aún por suceder (por ejemplo, hacer un salto en el tiempo en el que los personajes hayan cambiado mucho y esto haga que el lector quiera saber más).
- Recupera el clímax. Tras ese punto álgido del libro lo más probable es que todo se haya resuelto en el desenlace. Para mantener el suspenso de que algo queda por solucionarse, en el epílogo se puede volver a ese momento de máxima acción y tensión. Por ejemplo, si el argumento es sobre un crimen, narrando cómo se produce otro y reaparece el terror.
- Continúa la evolución de los personajes. Cuando se crea un buen personaje ficticio lo más normal es que el lector empatice mucho con él o ella. En el epílogo siempre es buena idea cerrar su historia de una manera positiva y sentimental, aportando algo más de lo que se deja ver en el último capítulo. Esto hará que el lector se quede con un buen sabor de boca y se emocione al saber que aquel personaje al que ha acompañado ha acabado como merecía. Un ejemplo es describir como los protagonistas de una novela romántica, tras un salto temporal, siguen juntos y cuentan su historia de amor (la que el lector ha leído) a sus nietos.
Cómo utilizar el epílogo para crear emoción, suspenso y dejar una impresión duradera en los lectores
A lo largo de este artículo hemos establecido cuáles son los diferentes tipos de epílogos y qué pueden aportar al cierre de una obra. También hemos hecho un recorrido por algunos consejos clave para que el epílogo cumpla su función reforzando la trama y dejando un buen recuerdo en el lector.
Sin embargo, no hay nada como repasar algunos ejemplos de epílogos para entender cómo escribirlos y utilizarlos.
«Cuando estoy lista para comenzar a escribir un libro, empiezo por el final.»
Marcia Davenport
Epílogo de un libro: ejemplos
Echando un vistazo a grandes obras de la literatura podemos observar como autores tan reconocidos como George Orwell o Margaret Atwood usaron los epílogos.
- El cuento de la criada de Margaret Atwood: si has leído esta novela sabes que el capítulo final deja muchas incógnitas. ¿Acaba Gilead? ¿Consigue June escapar? Aunque no da una respuesta directa a esas preguntas (quizá para dejar la puerta abierta a Los Testamentos, la secuela que luego escribió), la autora incluye un epílogo en el que deja clara que el régimen dictatorial de esta distopía ha acabado y que ahora se estudia como un hecho histórico y totalmente condenable. Lo que el lector ha leído antes es el manuscrito de una mujer que contó lo que ocurría. De este modo, no solo estamos ante un ejemplo de epílogo descriptivo, sino también de resolución y reflexivo.
- Matar a un ruiseñor de Harper Lee: de una manera parecida a Margaret Atwood, Harper Lee introdujo un epílogo al final de su obre culmen. No lo hizo porque la historia quedase incompleta o con preguntas sin respuesta, sino para describir la situación de los personajes veinte años después de los hechos narrados. Este salto temporal además le permitió a la autora publicar recientemente una secuela que explora lo ocurrido entre el final y el epílogo de Matar a un ruiseñor.
- 1984 de George Orwell: esta novela tiene una clara crítica social que lleva también a una reflexión. Para invitar al lector a hacer esa reflexión con él, Orwell escribió un epílogo que analiza no solo la obra, sino la situación sociopolítica del momento en el que se escribió. De este modo, induce a reflexionar sobre el simbolismo, las metáforas de la novela y su reflejo en la realidad.
- Romeo y Julieta de William Shakespeare: en apenas unas frases el gran escritor inglés cierra su drama más famoso. Lo hace con una especie de reflexión final en la que anuncia que la justicia y el perdón llegarán para unos y otros. También avisa de que no habrá nunca un romance tan doloroso como la de Romeo y Julieta. Logra así conectar emocionalmente con el lector, que es justo lo que quiere oír.
- Harry Potter y las reliquias de la muerte de J. K. Rowling: una saga de fantasía tan importante como la de Harry Potter y que tanto ha conectado con el público merecía un buen epílogo para su última entrega. En él Rowling describe cómo los personajes con los que tantas personas han crecido siguen bien. De esta manera la autora cierra la historia y consigue que esta permanezca en la memoria.
Escribe un buen epílogo para acabar tu libro e imprímelo
Si aún no lo has hecho, cierra tu libro con un epílogo que deje al lector con ganas de más. Tienes a tu disposición una herramienta literaria que, como hemos visto a lo largo de este artículo, ofrece muchas posibilidades. De él depende que tu obra se recuerde y también que el lector quede prendado de tu escritura. Esto es algo especialmente importante para autores que optan por la autoedición y buscan darse a conocer.
Por lo tanto, si estás terminando tu libro, te recomendamos que incluyan un epílogo. Es vital que tomes conciencia de cómo estas y otras decisiones sobre su publicación pueden marcar la diferencia. Si además has optado por la impresión bajo demanda vs. la impresión de grandes cantidades, en tu mano está controlar aspectos como la maquetación o la estructura narrativa de la obra.
Desde Coollibri no solo ofrecemos una amplia gama de opciones para imprimir tu libro, sino que te asesoramos durante todo el proceso.