Escribir es decir todo con las palabras, también lo que no está escrito. Aunque esto pueda parecer paradójico, lo cierto es que ir más allá de lo literal es clave si queremos que una obra brille, resulte interesante y conecte con los lectores. Para ello, es necesario hacer un buen uso de metáforas y símiles en la escritura.

Tanto las metáforas como los símiles cumplen esa función de salir de lo explícito, sumergiéndose en el mundo de lo implícito. Se generan así ideas a través de imágenes, y viceversa, lo que enriquece y embellece el texto.

Además, ambos recursos estilísticos no solo pueden usarse en la poesía, sino también en la narrativa o el teatro. Esto es algo que muchos autores olvidan, pues generalmente se ha estudiado el uso de metáforas y símiles en la escritura de poemas y no en prosa. Es por ello que, en este artículo, vamos a explicar qué son y cómo se usan estas figuras desde una perspectiva común a todos los géneros literarios, y no específica de uno solo.

 

Comprendiendo qué son las metáforas y los símiles

Para hacer un buen uso de metáforas y símiles en la escritura, primero hay que entender en qué consisten estas dos figuras retóricas, y en qué se diferencian una de otra.

Por supuesto, en esta explicación no faltarán los ejemplos, pues cuando se trata de literatura, nada hay más ilustrativo que la propia literatura.

“En la vida, todo es una metáfora.”
— Haruki Murakami
 

Definición y diferencias entre metáforas y símiles

En muchas ocasiones, y de manera errónea, los términos metáfora y símil se usan indistintamente. Una de las razones de que así sea es que cumplen una función parecida, pues ambas se usan para asemejar dos conceptos, solo que el símil lo hace de una manera más simple y directa que la metáfora.

Para aclarar mejor sus funcionamientos, definamos uno y otro recurso:

  • Metáfora: según Aristóteles, consiste en transferir un nombre de una cosa a otra. Es decir, llamar a algo por el nombre de otro ente o elemento que, en cierto modo, se le parece.

 

  • Símil: también conocido como “comparación”, se construye cuando dos elementos se comparan de manera directa. Para ello, normalmente se utiliza el adverbio “como”.

Por lo tanto, la metáfora sería una forma evolucionada o más compleja que el símil. En consecuencia, el símil se ha usado en textos más “básicos” o, mejor dicho, populares, como pueden ser las poesías o epopeyas que se transmitían oralmente. En cambio, las metáforas son propias de obras escritas.

 

Ejemplos ilustrativos

Encontramos ejemplos del uso de metáforas y símiles en la escritura de muchos autores. Es más, también utilizamos ambos recursos en nuestro día a día, habiéndose convertido ya en expresiones corrientes y que ni siquiera concebimos como literarias (por ejemplo, “estar en la flor de la vida” o “está como pez en el agua”).

No obstante, si eres un autor es busca de inspiración y de una comprensión más profunda de ambas figuras estilísticas, estos son algunos ejemplos literarios que te ayudarán:

Ejemplos de metáforas

  • Que sus cabellos son de oro, su frente de campos elíseos, sus cejas arcos del cielo, sus ojos soles, sus mejillas rosas, sus labios corales, perlas sus dientes, alabastro su cuello, mármol su pecho, marfil sus manos, su blancura nieve” – Esta es la famosa (y metafórica) descripción de Dulcinea en El Quijote. En ella Cervantes utiliza elementos como el oro, el sol, las perlas y otras piedras preciosas y materiales nobles para retratar la belleza percibida por Quijote. Hacerlo así y no simplemente diciendo que es rubia, tiene los dientes muy blancos y su piel es blanca y tersa, aporta claridad, belleza y profundidad a la escritura.

 

  • “Tuvo que remontar los afluentes de la memoria” – Gabriel García Márquez expresaba con esta metáfora la potencia con la que los recuerdos a veces nos arrollan, como si fuesen ríos que debemos navegar a contracorriente para llegar al origen y comprenderlos en su totalidad.

 

  • “Mi corazón es un geranio detenido” – Esta metáfora de Sylvia Plath hace referencia al desamor y a esa desgarradora tristeza. Para ello, crea la imagen de la flor que se queda a medio florecer, incapaz de seguir creciendo.

 

Ejemplos de símiles

  • “Fue algo tan difícil, pero tan momentáneo como un pésame” – También de García Márquez, aunque en este caso claramente estamos ante un símil y no una metáfora, pues la comparación es explícita y clara (dar el pésame es incómodo, aunque solo sea una palabra, por eso le sirve para describir una situación complicada).

 

  • “Tus labios estaban mojados como si los hubiera besado el rocío” – Juan Rulfo usa este símil en su obra Pedro Páramo. La imagen del rocío es perfecta para expresar esa jugosidad y humedad de los labios del personaje.

 

  • “Sus mejillas, rugosas como la corteza de una vieja encina” – En esta ocasión es el autor Pío Baroja el que usa un símil en el que compara la piel con la corteza de un árbol, para destacar que esta no era todo lo suave que se suele esperar de una piel humana. Es una imagen muy visual y que hace que la descripción adquiera una belleza que no tendría con un simple “sus mejillas eran rugosas”.

 

El poder de las metáforas y símiles en la narrativa

Aunque podríamos escribir con las palabras justas, hacerlo con metáforas y símiles hace que nuestra escritura gane en calidad y profundidad.

El impacto que genera el uso de estas figuras se queda en el lector, que es capaz de percibir ese “algo más” que el autor está expresando. Porque la literatura es precisamente eso, usar las palabras para crear imágenes, dar significado y dejar huella.

Metaforas illustradas - coollibri.es

Enriqueciendo la descripción gracias al uso de metáforas y símiles en la escritura

En los ejemplos del apartado anterior hemos comprobado cómo una descripción adquiere intensidad, claridad y conexión cuando se hace uso de metáforas y símiles en la escritura. Porque unos dientes pueden ser simplemente blancos, pero su color, su brillo y su impresión aumentan cuando decimos que los dientes son como perlas.

Sea cuales sean los dos elementos que forman parte de la metáfora o símil, el resultado siempre será el mismo: una imagen fuerte que conecta con el lector y da una nueva dimensión al texto. Le otorga una agilidad difícilmente alcanzable de otro modo, pues usar las palabras tal cual son, sin “jugar” con ellas para otorgarles nuevos significados, hace que el texto sea plano y no resulte dinámico ni emocionante. En consecuencia, la obra en sí también lo será.

Imagina, si no, un libro en el que el autor describe y narra haciendo un uso totalmente textual y no figurado de las palabras. En ese caso, sentiríamos que estamos leyendo un ensayo donde la objetividad de las palabras nos deja vacíos. En cambio, una descripción como la que Cervantes hace de Dulcinea, ayuda al autor a construir un personaje memorable.

 

Expresando emociones complejas

El uso de metáforas y símiles en la escritura no solo la enriquece, sino que es una herramienta para que los autores puedan expresar emociones que, de otro modo, no pueden expresarse.

Incluso aquellas emociones que tienen nombre y que todo el mundo identifica, como la tristeza, adquieren una nueva y mayor intensidad cuando se transmiten con una metáfora o símil. Esto lo hemos visto en el ejemplo de “Mi corazón es un geranio detenido”. Una imagen que, como suele decirse, vale más que mil palabras gracias a los muchos matices que aporta la comparación.

De este modo, se consigue el lector sienta esa emoción de una manera más contundente, conectando con lo que, en este caso, Sylvia Plath, también siente. ¿Acaso no te identificas mejor con esa sensación de abismo y de parálisis que produce el desamor que si simplemente la escritora hubiese escrito “la ruptura me hizo estar triste”?

En definitiva, el uso de metáforas y símiles en la escritura crea nuevas dimensiones para un mismo texto, en lugar de dejarlo en la superficie.

 

Cómo usar metáforas y símiles efectivamente

Aunque lo primero es comprender qué son las metáforas y los símiles, la parte más compleja es hacer un uso efectivo de ellas, de modo que ejerzan su magia sobre el texto.

El objetivo, por lo tanto, es que enriquezcan lo que se ha escrito, pero sin sobrecargarlo de clichés y símbolos poco relevantes.

Evitando clichés en el uso de metáforas y símiles en la escritura

A pesar de que son grandes ejemplos para entender qué es una metáfora o un símil, ideas como “las perlas de tu boca” para referirse a los dientes o “tus ojos como el azabache” para expresar la profundidad de la mirada, están ya demasiado utilizadas, cansan y no logran ese efecto de originalidad y dinamismo que buscamos.

En consecuencia, es fundamental ir un paso más allá y no solo usar, sino buscar y encontrar metáforas y símiles propios. Estos son algunos consejos para ello.

  • Piensa en el cliché (es decir, la relación entre perlas y dientes) y piensa en un tercer elemento que pueda formar parte de la ecuación (por ejemplo, las teclas de un piano).

 

  • Busca concreción en lugar de acudir a lo general. Quizá esa comparación tan utilizada lo sea porque es muy genérica y apta para cualquier tipo de público o nicho literario. En cambio, tú puedes encontrar algo que sea más específico y particular para tus lectores (por ejemplo, si escribes literatura infantil y juvenil, acude a aquellas imágenes, objetos e ideas que son propias de esa etapa de la vida para construir tus metáforas y símiles).

 

  • Deja volar la imaginación y la creatividad. Volviendo al punto primero, no tengas miedo a salirte de lo establecido y encontrar nuevas semejanzas. Puede ser que nadie haya visto como dos elementos pueden intercambiar o compartir significado hasta que tú se lo presentes como tal.
“Todo argot es metáfora, y toda metáfora es poesía.”
— Gilbert Keith Chesterton
 

Manteniendo el equilibrio

Además de huir de los lugares comunes en el uso de metáforas y símiles en la escritura, es crucial no caer tampoco en el abuso de estos recursos. Está claro que cuando escribimos queremos hacerlo de un modo lo más estético posible, pero eso no quiere decir que haya un problema en decir algunas cosas con las palabras justas.

Lo que ocurre cuando nos obsesionamos con incluir comparaciones es que dificultamos la lectura, ya que sobrecargamos el texto con imágenes sin sentido que solo están ahí porque sentimos que cuantas más metáforas y símiles, mejor. Sin embargo, la cantidad y la calidad suelen ir reñidas, especialmente cuando no tenemos tanta experiencia ni soltura a la hora de usar estas figuras estilísticas.

En cambio, el equilibrio entre lo literal y lo figurado (es decir, entre el significado exacto y el simbólico) evita abrumar al lector y ahogarlo en una serie de imágenes que no logra descifrar y que le hacen desconectar de los personajes y del argumento. Esto es lo que ocurre, por ejemplo, cuando no hay una costumbre de leer poesía y nos ponemos delante de los versos de Garcilaso de la Vega. El exceso de estilo figurado impiden disfrutar (y entender) la lectura.

 

Inspiración para tus Metáforas y Símiles

Aunque ya hemos introducido algunas estrategias para crear y hacer uso de metáforas y símiles en la escritura, en este apartado queremos ampliar esta información. 

Como escritor, tener los mecanismos para generar símbolos propios es fundamental. Esto es lo que diferenciará tu literatura de la de otro autor.

Inspiración para metáforas y símiles - coollibri.es

Extrayendo metáforas y símiles de la experiencia persona

Anteriormente, poníamos el ejemplo de cómo las metáforas y los símiles se encuentran en nuestro día a día. Decimos esto no solo porque haya expresiones que utilicemos a diario, sino porque la inspiración para crear nuevos símbolos está también en nuestras y experiencias personales.

No es ningún secreto que los autores viven para escribir y escriben para vivir, de modo que encuentran ideas para argumentos y para personajes en las situaciones y personas con las que conviven. Esta inspiración en lo cotidiano también puede aprovecharse para hallar nuevas metáforas y símiles:

  • Presta atención a las conversaciones y a lo que otras personas dicen. En ocasiones, quienes no son escritores también hacen comparación y crean simbologías para expresarse, así que déjate inspirar por cómo otros explican sus sentimientos.

 

  • Observa tu entorno. Quizá te des cuenta de que un elemento o emoción que quieres describir se asemeja a algo que siempre ha estado a tu alrededor y que ahora ves con nuevos ojos.

 

  • Escribe un diario, o simplemente toma notas de todo lo que vas viendo y sintiendo. Puede que, en ese intento de expresarte, empieces a esbozar una idea que luego puede dar como resultado una metáfora o símil. 

 

  • Cambia de perspectiva y valora cómo otra persona, o incluso otro animal, desde otro lugar, vería lo mismo que ves tú. Por ejemplo, para un pájaro las personas seríamos hormigas igual que las hormigas lo son para las personas. Ahí hay una clara metáfora o símil sobre el comportamiento de los humanos cuando caminamos, con prisas y de manera automática, como hormigas yendo a sus hormigueros.

Estas son algunas ideas que puedes llevar a cabo, aunque la gran recomendación para inspirarte en todo lo que tenga que ver con la literatura siempre será leer.

Por qué leer también es importante para encontrar metáforas y símiles

Este consejo puede parecer contradictorio teniendo en cuenta que hemos hablado de la importancia de no caer en clichés. No obstante, leer y ser consciente de la escritura de otros autores y de cómo ellos han utilizado el lenguaje figurado, siempre es positivo. 

Analizar cómo otros autores han usado estas figuras permite interiorizar su complejidad. No solo eso, sino que también abre la puerta a enfoques y estilos creativos diferentes, pudiendo evaluar su efectividad y encontrando un modo de adaptarlos o perfeccionarlos para ti.

Además, a través de la lectura de obras tanto literarias como no literarias, uno puede ampliar su repertorio de metáforas y símiles para no caer en las mismas de siempre.

 

Ejercicios prácticos para mejorar tu uso de metáforas y símiles

Antes de cerrar este artículo sobre el uso de metáforas y símiles en la escritura, queremos abandonar un poco la teoría y centrarnos en la práctica.

Junto a los consejos y recomendaciones que hemos compartido hasta ahora, queremos proponer una serie de ejercicios efectivos para desarrollar símbolos, imágenes y comparaciones.

Prácticas de escritura creativa

Esperar a que la metáfora o el símil perfecto surjan justo cuando lo requerimos, es decir, cuando estamos escribiendo nuestro libro, no siempre es posible. En cambio, sí surgen con mayor facilidad cuando ejercitamos esta habilidad sin la presión de la necesidad inmediata.

Es aquí donde entra en juego la escritura creativa, esto es, una escritura sin expectativas en la que desarrollar nuestra capacidad literaria fuera de los límites autoimpuestos cuando nos encontramos en medio de un gran proyecto.

Además, la escritura creativa también es muy útil para lidiar con un bloqueo de escritor.

No obstante, en lo referente a las figuras estilísticas que nos conciernen, estos son algunos ejercicios que puedes realizar para que encontrarlas:

  • Haz un listado de objetos, emociones, lugares… O, mejor, pídele a alguien que lo haga por ti. Luego, empareja los conceptos entre sí, aunque aparentemente la similitud sea casi inexistente. Por último, crea una frase o una idea que los ponga en relación.

 

  • Toma objetos inanimados que haya a tu alrededor y crea una metáfora o símil que los equipare con algo “humano”. Por ejemplo, una cama como el lugar de los sueños, de la pasión o del amor más íntimo.

 

  • Escoge una metáfora o símil que haya usado otro autor en otro texto, y genera toda una historia alrededor de ello. Por ejemplo, utiliza la idea de García Márquez sobre la memoria como afluentes de un río, y escribe un relato desarrollándola con tu propio estilo y enfoque.

 

  • Busca un texto no literario (como un ensayo científico, una reseña o un artículo periodístico) y reescríbelo usando metáforas y símiles, es decir, embelleciendo y enriqueciendo un texto que, generalmente, es “plano”.

 

Las metáforas y símiles en la escritura

Sacar tu escritura de lo literal y empezar a usar metáforas y símiles la hará brillar. No solo eso, sino que conseguirás decir mucho más con mucho menos.

Para ello, debes buscar símbolos, imágenes, ideas y conceptos que se asemejen entre sí, pero no solo porque un parecido “físico”, sino por lo que esa semejanza puede llegar a expresar a nivel emocional. 

Persiguiendo y logrando salir de los límites de lo explícito, tu escritura será extraordinaria y conectará con los lectores. 

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