Aunque aquello de enviar y recibir cartas parece algo de un pasado lejano, romántico e idílico, el arte de la escritura epistolar sigue teniendo un lugar en la literatura.
Desde Plinio el Joven en la Antigua Roma, hasta Juan Varela en Pepita Jiménez. Son muchos los autores, de ayer y de hoy, que han utilizado las cartas y diarios como herramienta narrativa, integrándolas en el relato para aportar profundidad y dinamismo.
En este artículo vamos a explorar cómo los recursos epistolares enriquecen la trama y el desarrollo de personajes creíbles.
¿Qué es la escritura epistolar y por qué funciona en narrativa?
Hay quienes piensan que el arte de la escritura epistolar solo incluye cartas y que estas conformen la totalidad de la novela. Es decir, que la trama se construya a través de cartas entre personajes, sin otros recursos narrativos como descripciones o diálogos tradicionales.
Sin embargo, se pueden utilizar elementos epistolares solo a veces, entremezclando la narración normal con cartas, diarios u otros textos personales.

El papel del estilo epistolar para generar cercanía y autenticidad
Son muchas las maneras de crear personajes memorables y creíbles, y el estilo epistolar es una de ellas.
A través de documentos personales (es decir, que pertenecen a los personajes de la novela) se puede profundizar en su personalidad, su comportamiento o sus motivaciones. De alguna manera, los recursos epistolares permiten que los personajes se conviertan en narradores, dotándolos de palabra para escucharlos directamente.
Como es lógico, esto genera una cercanía entre personaje y lector. No solo eso, sino que, a nivel narrativo, permite adoptar una perspectiva múltiple. Aunque haya un narrador principal, la integración de cartas o diarios íntimos de los personajes, supone una interesante alteridad de visiones. Así, por ejemplo, el narrador puede explicar lo que ocurre (una ruptura), mientras que los propios personajes expresan cómo les ha ocurrido (los sentimientos de rabia, tristeza, confusión…).
De esta forma también aumenta la verosimilitud de la trama. El lector siente que está “espiando” una correspondencia secreta e íntima, lo que le coloca en un lugar privilegiado y otorga realismo a lo que lee.
Ventajas del arte de la escritura epistolar: por qué incluir cartas y diarios en novelas
Aunque ya hemos introducido los beneficios del arte de la escritura epistolar, vamos a detallar las razones por las que funciona y por las que hace más interesante y compleja una novela:
- Intimidad: en esencia, una carta, un diario o un WhatsApp o una nota en el móvil (algo más moderno), son textos puramente personales, de los que no quieres que nadie (más que tú y el destinatario) lea. Utilizar estos textos como recurso narrativo permite profundizar en la psique y evolución de los personajes. No es un narrador el que explica cómo alguien se siente, sino que ese alguien expresa su conflicto interno con sus propias palabras.
- Perspectiva múltiple y dinamismo: como hemos dicho, el arte de la escritura epistolar permite que haya más de una perspectiva. Esto, además de para aportar una emocionalidad heterogénea, a nivel de forma también es interesante, pues permite al autor explorar diferentes puntos de vista y hacer cada uno único.
- Economía narrativa: una carta breve en la que un personaje comunica su decisión es una forma simple, ágil y efectiva de hacer avanzar la trama en pocas líneas. En caso de que fuese el narrador quien debe contar esa decisión, su carácter de “relator” quizá le obligaría a extenderse y construir una escena de ello.
- Autenticidad y veracidad: leyendo una carta o una entrada del diario de un personaje el lector no solo se sentirá más cerca, sino que percibirá como más verdadero lo que allí se dice. En otras palabras, al no ser el narrador quien lo cuenta, sino el propio personaje quien lo escribe, el texto parece más auténtico y veraz.
- Manuscrito encontrado: muchos autores han utilizado el arte de la escritura epistolar con la excusa del manuscrito encontrado. Así, hacen ver que lo que van a escribir no es más que una crónica o una reproducción de unos textos encontrados. Por supuesto, esto no es verdad, pero lo parece, generando esa duda que hace que el lector se cuestione si esas cartas o diarios no serán reales.
Cómo integrar recursos epistolares de forma efectiva
El arte de la escritura epistolar es un arte porque requiere de técnica y creatividad para utilizarlo con eficiencia.
No se trata de crear una correspondencia ficticia entre personajes e incluirla en el relato. Eso sería demasiado fácil. Detrás debe haber una intención comunicativa y narrativa.
¿Qué función cumple en el texto ese epistolario? ¿Qué aporta a la trama o a la evolución del personaje? Las respuestas a estas preguntas determinarán cómo los textos se incluyen en la estructura narrativa.

Equilibrando el estilo epistolar con la narración tradicional
Puedes escribir una novela epistolar en la que todos son textos personales. Bien sean cartas reales o ficticias entre varios personajes, o entradas en un diario íntimo, al modo de Anna Frank, estaríamos ante un relato en el que no hay una narración fuera de ellos.
Sin embargo, suele ser más interesante (y todo un reto de escritura creativa) que los recursos epistolares se combinen con los recursos narrativos tradicionales. Un buen ejemplo de ello es Pepita Jiménez, en la que solo algunos fragmentos son cartas.
¿Cómo alternar los elementos para aportar ritmo y hacer que la narración avance?
- Define la función del arte epistolar: tendrás claro cuál es la función del narrador o de los diálogos, pero es fundamental que también sepas para qué quieres usar una carta o un diario. Por ejemplo, para conocer el testimonio de un personaje que observa lo ocurrido desde fuera, o para contar algo de la trama sin extenderte demasiado.
- Controla la longitud de una carta o diario: generalmente, los textos epistolares no deberían ocupar mucho. Es interesante que rompan la narración para hacerla más dinámica, pero si se extienden demasiado, pueden hacer perder el sentido de la narración principal, alejándose demasiado de ella o incluso aburriendo al lector.
- Estilo literario diferenciado: cada vez que aparezca una carta, una entrada de un diario, una nota personal… Según a quién pertenezca, debe tener un tono concreto; esto ayudará a que el lector la identifique y no la vea como extraña o fuera de lugar. También permitirá distinguirla de la voz narrativa principal, evitando redundancias.
- Variación formal: una manera de alternar la narración tradicional con el arte epistolar es ir más allá del contenido, haciendo que el texto rompa en su forma. Por ejemplo, Elísabet Benavent, cuyas novelas románticas siempre tienen un tono muy actual, suele incluir conversaciones de WhatsApp, reproduciendo sobre la página el aspecto que tienen en la pantalla de cualquier móvil.
Uso del lenguaje personal en la escritura epistolar
Aunque algunos autores trabajen con textos epistolares reales (por ejemplo, Vigan en Nada se opone a la noche), otros crean diarios, notas y cartas ficticias, atribuyéndoselas a los personajes.
Para que esto salga bien y, dentro de la ficción, se sientan auténticas, es fundamental definir muy bien cuál será el lenguaje personal de cada personaje, además de otras cuestiones cómo su evolución, su historia, sus conflictos internos o sus miedos.
No obstante, puesto que va a ser su manera de hablar (o de escribir) la que va a quedar reflejada en los documentos que aparezcan en la novela, estos son algunos consejos para construir su lenguaje:
- Voz auténtica y reconocible: como hemos comentado en el apartado anterior, es crucial que cada personaje tenga una voz única que le diferencia del resto, sobre todo si va a haber textos epistolares de más de un personaje. Esta voz, por supuesto, debe ser la misma cuando, en lugar de una carta, estemos ante un diálogo.
- Estilo confesional: frente a un diálogo o una conversación común, aquello que el personaje escriba en su diario o en una carta íntima, tendrá un carácter más confesional. En este sentido, siempre respetando las características de su lenguaje personal, hay que buscar una mayor innovación o subjetividad. El personaje se supone que está hablando para sí mismo o para alguien de mucha confianza, no está narrando, por lo que su lenguaje debe adquirir más matices.
- Alternancia de registros: de nuevo, dentro del estilo personal de cada personaje, puede haber cambios y adaptaciones según de qué texto se trate. No escribirá igual una entrada en su diario que una carta a su padre, con el que tiene una relación tensa. Debe haber un cambio de registro personal, utilizando un lenguaje formal o un lenguaje coloquial según el contexto.
Cómo dominar el arte de la escritura epistolar
Dominar el arte de la escritura epistolar requiere conocer la técnica. Esto supone practicar y también aprender a detectar posibles errores, y sus soluciones.

Ejercicios para explorar la escritura epistolar
Antes de escribir una novela epistolar o una en la que los recursos epistolares tienen un papel importante, practica y desarrolla tu técnica.
Si buscas algunos ejercicios, estos creemos que pueden servirte:
- Cartas entre personajes en conflicto: imagina una discusión entre personajes, pero desarrolla ese enfrentamiento entre cartas. No olvides que no son narraciones, sino que es, a través de las acusaciones, las emociones a flor de piel, las alusiones… Que el lector debería descubrir qué ha pasado y cómo se siente cada personaje al respecto.
- Escribe un diario íntimo: este ejercicio de escritura creativa es útil para el desarrollo y caracterización de cualquier personaje, uses luego o no fragmentos de ese diario en la novela.
- Mismo texto, diferente formato: escribe una carta (o utiliza una de otro autor) y transfórmala a otro formato (por ejemplo, email, WhatsApp). Esto te ayudará a practicar los distintivos registros y estilos según no solo quién escribe y quién recibe el mensaje, sino el medio.
- Escribe la respuesta: utilizando también cartas escritas y publicadas por otros autores, crea una respuesta que respete el que sería el estilo del personaje y su emocionalidad. Ve un paso más allá y haz que esa respuesta cambie totalmente el desarrollo de la novela, practicando así la creación de giros argumentales dentro de lo epistolar.
Errores comunes al usar la escritura epistolar
El arte de la escritura epistolar tiene sus propios desafíos. Además de poner en práctica los ejercicios que hemos planteado, y escribir para dominar esta técnica, también es importante saber cuáles son los errores más comunes y cómo pueden evitarse.
- Uso forzado y excesivo de los recursos epistolares: aunque pueda parecer buena idea integrar cartas, diarios o notas personales como un método de innovación narrativa, si estos textos no tienen una función, carecerán no solo de relevancia, sino de sentido. Pregúntante siempre si, sin ese fragmento, la narración seguiría teniendo continuidad. Si la respuesta es sí, y el texto sobra, o lo eliminas, o le das otro enfoque para otorgarle una función clara.
- Tono poco verosímil: cuando todas las cartas tienen un lenguaje o un registro similar, muy artificial o estipulado, carecen de interés. Por ejemplo, en un intercambio de emails entre dos chicas jóvenes no sería lógico que empezasen saludándose con un “Estimada…”. No te quedes en las características formales de cada tipo de documento, sino en cómo lo escribiría el personaje.
- Falta de evolución: los textos epistolares tienen la capacidad de sumergirnos en la emocionalidad de los personajes, reflejando su desarrollo. Cuando esto no ocurre y las cartas no dejan de repetir lo mismo, la intensidad se pierde.
- Exceso de fragmentación temporal y narrativa: la cronología de la trama no puede romperse cada poco rato. Al tener un carácter confesional y reflexivo, algunos recursos epistolares (como las entradas de diario), pueden resultar largos y muy lentos. Si no se combinan bien, la fragmentación es tal que se deconstruye totalmente. Es importante que priorices el ritmo, de modo que este siempre esté en marcha, sin pararse continuamente o avanzar demasiado rápido.
Ejemplos literarios memorables de escritura epistolar
Antes de acabar, nos gustaría recordar algunos ejemplos de novelas y autores que han demostrado su maestría en el arte de la escritura epistolar.
Algunos te sonarán más que otros, pero te invitamos a leer nuestro análisis (y también las novelas) para apreciar su valor.

Drácula de Bram Stoker
Drácula pertenece al subgénero de novela epistolar, pues incluye fragmentos de diarios, cartas, recortes periodísticos e incluso telegramas. Esta estructura fragmentaria crea una narrativa coral en la que distintas voces dan forma al relato.
Así, los textos epistolares permiten construir suspense a partir de lo que los personajes saben (o no saben) en cada momento. Esto se logra al intercalar testimonios que aumentan la autenticidad del relato, haciendo que el lector sienta que accede a un archivo confidencial.
Cada personaje escribe para entender lo que está viviendo, a modo de autorreflexión. Jonathan Harker, por ejemplo, registra su experiencia en el castillo de Drácula como forma de aferrarse a la cordura. La memoria, que deja “escrita” en sus cartas, se convierte en una forma de lucha.
Las amistades peligrosas de Pierre Choderlos de Laclos
Las amistades peligrosas es una novela compuesta exclusivamente por cartas entre los personajes, lo que permite mostrar con ironía y ambigüedad la hipocresía de la aristocracia francesa.
El lector descubre, de este modo, los juegos de manipulación entre los protagonistas, especialmente la marquesa de Merteuil y el vizconde de Valmont, a través de sus propias palabras.
La estructura literaria, en la que se alternan las perspectivas, genera una doble lectura: lo que se dice en las cartas y lo que realmente ocurre.
Aquí, por lo tanto, la sinceridad es calculada, ya que los personajes escriben para seducir, engañar o manipular. El lector entra en el juego de la subjetividad, construyendo su propia opinión de cada personaje, sin un narrador que le guíe.
Querido Diego, te abraza Quiela de Elena Poniatowska
Esta es una novela breve construida como una serie de cartas ficticias (solo una es real) escritas por Angelina Beloff a Diego Rivera tras su partida a México.
El monólogo epistolar da voz a una mujer olvidada por la historia, y expone la desigualdad emocional entre ambos artistas, explorando temas como el duelo o la dependencia amorosa.
Al no haber respuesta de Diego, las cartas tienen un tono casi de plegaria: son desahogo, memoria y lamento.
A través de las cartas, Quiela reconstruye su identidad fragmentada y su dolor. Esto le permite a Poniatowska explorar sus emociones y sentimientos con profundidad y sin límites, pero siempre con una gran dignidad. A través de esas mismas cartas no solo construye a Quiela, sino también a Diego Rivera.
El siempre presente arte de la escritura epistolar
Lejos de haber quedado obsoleta, el arte de la escritura epistolar sigue siendo una de las formas más ricas y versátiles dentro de la narrativa.